Quiero paz en mi vida

Cálmate, no reacciones. Sé como un junco que se deja mover al compás que marca el viento. Flexible, impasible. Cálmate y no permitas que la ira te remueva, sobre todo si el motivo es un muro insalvable. Sobre todo si la razón te es ajena. Sé como los niños que olvidan en un segundo la razón de sus disputas. Cálmate y respira, deja que el aire te limpie y se lleve la inquina y la ira. ¡Qué se la lleve toda!
No olvides, pero perdona los pequeños desastres que otros barrieron hacia tu puerta. Sé como los ángeles buenos que huyen de las guerras, aunque sean santas. Cálmate, permítete sonreír ante la estupidez y deja tu lucha para las grandes batallas, aquellas que merecen ser libradas por el bien de la humanidad. En lo demás, perdona, sonríe, vive.
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El estrés, las preocupaciones, son el germen de la mayor parte de enfermedades. Comienza como un leve arañazo en tu cuerpo, como una esquirla de fuego que apenas quema, pero va minando tu salud sin tú saberlo. Estúpidas discusiones con amigos o desconocidos, disputas al volante de tu coche, cabreos familiares por nimiedades… ¿Qué sacamos de todo ello? Nada bueno. ¡Maldito estrés!