Be water, my friend.

angryA estas alturas resulta que soy una indignada, pero no de plaza y pandereta, no, soy una yonqui de la indignación. Me explico, creo que me indignan demasiadas cosas y que no me quito de encima la indignación con la suficiente agilidad. Me indigna sobre todo la vileza: la falta de compasión, respeto o justicia, me enerva.  Está bien, pensaréis, pero no lo está tanto, de verdad. Porque cuando me indigno, se crea un runrún en mi cabeza que no para en días. Le doy vueltas y vueltas, lo desmenuzo, lo troceo, lo pico, lo muelo y hasta que no se deshace en el aire, lo mío me cuesta.

Además, estaría bien si mi indignación se limitase a los grandes problemas del ser humano, pero no, resulta que me indigno también por nimiedades, pequeñas cosas a las que doy demasiada importancia. Éstas se me pasan rápido, pero solo en apariencia. El runrún sigue de nuevo en mi mente, analizando el por qué y el cómo, como si me hiciera falta dejarlo claro y lisito en mi cabeza.

Y no, no es así. Porque la indignación nunca está exenta de ira y rabia, y eso va directo a mi hígado, según me han dicho. Una vez en mi hígado, vete tú a saber qué hace, pero desde luego parece que nada bueno.

Estoy hasta el moño de indignarme tanto. Estoy indignada con mi indignación, y no, no es un trabalenguas, en una puta manía, una estupidez supina, que me entristece. Así que relax, don’t do it, como decía Frankie. Pepa, aprende a pasar de los inconvenientes y a relajarte rápido ante lo que no te gusta. Don’t worry, be happy, como decía Bobby. Estoy en el buen camino, porque lo primero, como siempre, es ser consciente de ello y tener la firme voluntad de mejora.

Un abrazo.

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